19 abril 2011

Amanecí Anarquista

No sé cómo fue. ¿La cena? ¿El tiempo de sobra por las vacaciones? No lo sé. Pero tenía unas ganas infames de ponerle dinamita a cualquier edificio gubernamental. ¡Destruyamos el poder! El espectro de Bakunin se diluyó un poco al escuchar la voz de Mayra pidiéndome que fuera a investigar los requisitos en la presidencia de San Baltazar Campeche los requisitos para registrar a Indira (con tres semanas de edad). Lo resolví pronto, pero en eso momento un mensaje de la mamá me pedía que fuera al Walmart a comprar pañales biodegradables de primera etapa. Como buen anarquista no iba a dejar que una institución (esposa) mangoneara mis vacaciones a su contentillo. Pero ese favor lo tenía que hacer. Además, y que quede bien claro, lo hago por amor y no por pinche maldilón. Ser anarquista no me impide ser un padre amoroso y responsable.



      El esfuerzo fue heroico ¡Entré a Walmart siendo todo un anarquista! Pero qué le hago, las órdenes…bueno, la ecología siempre es primero. ¿Alguno de ustedes ha escuchado algo sobre los anarcoecologistas? Sí, claro, siempre fue esa mi tendencia.
      Después de muchas vueltas llegué al estante de los pañales. Mi disfrz desentonaba. Playera ultracostumbrista, pantalones pegados de punk ochenteno y vans de Iron Maiden, ya nada más faltó que hubiera llegado escupiendo sangre a las señoras recién paridas. Hubiera sido muy bueno ¿no creen?
     La cara de imbécil compra cualquier porquería fue detectada por la vendedora de la competencia. Le pregunté por los famosos pañales biodegradables, pero ella me contestó con una sonrisa: ¡No hay ningún pañal bio! Esos son puros cuentos, sólo te hacen gastar más, mejor compra de estos: “Pañales Niño cagón”, para que no caigan las piedritas al río por tan sólo 37 pesos. Estuve a punto de comprarlos cuando un par de mamás se metieron a nuestra transacción. No le haga caso ―me dijo, estos otros son mejores. Y la lucha de hizo. Afortunadamente tuve tiempo de tomar mis pañales y largarme. Pensé que ya había pasado lo peor. Cuando hice la entrega de los pañales la institución aquella me pidió que la lleva a una logiasectasecreta que lleva por nombre La liga de la lecha ¡Así como lo oyeron!

Yo sólo había escuchado sobre la Liga de la Justicia, pero nada sobre la leche. Accedí como siempre. Intenté quedarme en el auto para iniciar mis lecturas subversivas, pero un gringo muy bonachón me invitó a pasar al jardín en lo que las mamás sectarias se enseñaban a sacar leche con más tranquilidad. Ya eran las dos de la tarde. ¡Hora de comer! ¡Hambre de anarquista! ¿Puede haber algo peor? Sobre mesa y el ataque del marrano: Dormir. Hace unos minutos me desperté y me aplasté a ver Mefisto de István Szabó en pirata, desde luego. Así es como mi alma anárquica pasó su segundo día de vacaciones.

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