No sé exactamente cuanto tiempo llevo sin estar en el Istmo de Tehuantepec. Por lo menos unos cinco, definitivamente. Mañana mismo estaré en camino. ¿A qué? No sé, supongo, que como casi todo en mi vida tiene un interés literario. Nunca visito un lugar como turista. Si hay algo que puede molestarme es precisamente el vulgar turista que anda como perdido buscando monumentos. Por esa razón me he resistido a salir muchas veces, porque realmente no encuentro el pretexto literario para ir ahí.
Voy a Istmo a terminar una breve novela que hice hace unos ocho años. Ha tenido muchos nombres, fue publicada en una versión primitiva en La noche de Karmatrón (DAGA, 2004). Sí, voy por las imágenes que me hacen falta para terminarla una vez por todas y olvidarme de ella. Quiero decirles que esa novelita estaba completamente olvidada hasta que mi hermana Coty me hizo ver hacía falta que la rescatara y que la volviera a publicar. Sólo eso me animó a regresar a la tierra de mis padres. Por la familia y esas cosas también, la verdad es que me daría mucho gusto verlos, tomar un cerveza, fiestear.
Estoy seguro de que encontraré las imágenes de Eustolia de Jesús Cortés (La Tehuaca con Converse). Sólo eso me falta para darle el carpetazo a la historia.
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