22 enero 2010

Libros de texto: recetas para permanecer en la minoría de edad mental


Podríamos iniciar con una cita que nos haga sumergirnos en la profundidad del tema. ¿Qué les parece esta de Jaime Torres Bodet: “Nunca he creído que deba darse al pueblo una versión degradada y disminuida de la cultura. Una cosa es enseñarle cuáles son los instrumentos más esenciales y más modestos como el alfabeto. Otra sería pretender mantenerle en una minoría de edad”.
Precisamente con esta cita inicia un breve artículo de Vianett Medina que lleva el incendiario título: Contra el libro de texto ¡Abajo los libros!, publicado en la revista Replicante, número correspondiente al invierno 2009-2010.
No sé precisamente cuándo se inició el proceso de alfabetización del país. Pero nadie duda que el avance ha sido lento y muchas de las veces fallido. Nada raro para un país como el nuestro. Vianett Medina abre su artículo dándonos un dato ilustrativo. “Para el 2005 la tasa de analfabetismo en México es del 12%”. Echémosle cuenta. (¿100 millones) Aunque lo realmente preocupante, desde luego, son los resultados que sacan nuestros estudiantes, de los analfabetas funcionales a pesar de las fuertes cantidades de dinero que se han invertido.
Sigamos con los datos. Dice la autora que en la encuesta nacional sobre lectura en el 2006, el 32. 5 % de las preferencias del lectorado activo señala al libro de texto como el principal referente de lectura antes de los contenidos de historia, literatura e inclusive a los libros de Pedro Ángel Palou, Óscar Alarcón, Rodrigo Durana, es más, mucho antes de los poemarios de Alí Calderón.
¿Cuál es el recuerdo que tienen ustedes queridos radio escuchas de sus libros de texto? Creo que vamos a coincidir. Y pocos serán los que sean positivos.
Si nos remontamos a unos de los objetivos básicos del libro como el goce, actividad liberadora, ejercicio de razonamiento, fuente de imaginación, piedra angular del conocimiento. Pues creo que el libro de texto es todo un antilibro. Simplemente se queda como un manual, una guía diseñadas para el titulaje.
Aunque hoy se nos hace de los más común la presencia del libro de texto, Vianett Medina nos hace recordar que muchos de los impulsores del proyecto educativo posrevolucionario en México rechazaron su uso. Chequen el argumento:
Descubrieron que la edición particular se transformaba en empresa comercial más que en un beneficio cultural. […] El gobierno de Plutarco Elías Calles criticó la producción del libro de texto advirtiendo que el criterio de los editores particulares prevalecía sobre el propósito pedagógico. (Vianett Medina: 4)
Y hasta en la época Porfiriana hubo rechazo: ¡Abajo los libros! Escribió Carlos A. Carrillo, cuando se dio cuenta de que el texto escolar convertía al docente en repetidor de lecciones.
Sin embargo, hay dos puntos que debemos subrayar. 1. La cantidad de dinero que se ganan las imprentas y editoriales que producen estos libros. Si ustedes vieran esas cantidades. Y 2. La ideología que se maneja en los libros. Hemos sido testigos de los escándalos de algunas ediciones que sustituyen héroes, fechas, lugares, sombrerazos de iglesia por absurdos moralinos.
Ni hablar. Esos son nuestros libros. Y mientras la cosa no cambie, no habrá otros resultados.

Pd- El México deseable sería un México que ya no existe. El México probable, el México de siempre. (Heriberto Yépez)

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