30 septiembre 2008

Ricardo Cartas V.S. Beatriz Meyer en La Jornada



Para mí el lenguaje es lo primordial, sin esa búsqueda no quiero nada: Beatriz Meyer

Beatriz Meyer y Ricardo Cartas en entrevista / Foto Antonio Cabrera Juan Sebastian Gatti
Dos obras literarias de cortes opuestos; dos maneras casi excluyentes de concebir la literatura; dos escritores de generaciones e intereses distintos. Y al mismo tiempo, una lectura mutua respetuosa y apasionada, a veces implacable, que explica tal vez que Beatriz Meyer y Ricardo Cartas sean amigos y que compartan entrevista.
–¿Qué es para ustedes el oficio literario? ¿Qué es escribir literatura?
Meyer. –Yo creo que es entender el mundo exclusivamente a partir de la palabra escrita. Es una forma de acercarse al mundo y a la gente. Para mí al menos es, si no transformar el mundo, sí convertirlo en algo más manejable, y reflejar mi ínfima parte de verdad que, decía Alfonso Reyes, todos llevamos dentro. No pretendo otra cosa más allá de eso.
Cartas. –Para mí debe ser de entrada una experiencia viva, que produzca sensaciones. Más allá de los placeres intelectuales, para mí la literatura es algo como fumar, algo que se siente en el cuerpo. Me identifico mucho con el planteamiento de García Ponce, la literatura como el espacio donde uno es libre de hacer lo que se hinche la gana, el espacio donde el cuerpo, las palabras, el todo, puede ser realidad por un momento.
–Sin embargo, tu literatura es muy distinta a la de García Ponce.
Cartas. –A lo mejor en formas, pero pienso que la literatura es eso, aunque yo no tenga los mismos gustos que García Ponce. Para mí la imaginación tiene que ver con cosas más fuertes: la sensación del cuerpo, la velocidad, el erotismo, la sangre. Todo eso es básico, que eso se pueda sentir.
–¿Cómo se leen ustedes mutuamente? ¿Qué dirías, Beatriz, de lo que escribe Ricardo?
Meyer. –Bueno, yo tengo unos cuantos problemas con su literatura (ríen). Me parece que no reflexiona lo suficiente sobre los personajes, por ejemplo los femeninos; está muy clavado en las acciones, en donde sus personajes se muevan sin complicación. Pero también creo que es parte de un proceso. En el fondo me gusta mucho. Es una literatura muy vital, muy acelerada, que está en tránsito hacia algo que yo creo que será más importante. La entiendo como una literatura de inicio, algo que es importante realizar, y de ahí se va a catapultar a asuntos mayores. Por los matices de su narrativa, va para algo trascendente.
Cartas. –Para mí la literatura de Beatriz es como un referente de su generación, una generación interesante porque la balanza se iba más a las cuestiones profundas. Cuando tuve oportunidad de leer textos de esa generación, dije “no, yo no quiero ser así” (ríen). Yo me quiero divertir, y eso algo que aprecio mucho en los textos que a lo mejor no tienen una pizca de reflexión, pero te hacen pasar un momento chido, te diviertes. Cuando me preguntan por qué escribo así digo: “Entiendan, yo no quiero pasar a la historia”. Quiero divertirme y hacer que los demás se diviertan, y eso es todo lo contrario a la generación de Beatriz. Ellos sí buscaban esas reflexiones.
Meyer. –Yo no creo que sea generacional. Hay importantes representantes de mi generación que no tienen nada que ver con esta búsqueda de temas y reflexiones. Se me ocurre la “literatura basura” de Fadanelli. Pero sí creo que hay más compromiso, no con el mundo, sino con la literatura, una enorme obsesión no sólo por escribir sino por trascender, por todo lo que la literatura ofrece.
–¿Cuáles son sus ambiciones literarias?
Meyer. –Qué buena pregunta. En principio, creo que es tener una representación de la mujer, no de mi generación sino de las voces femeninas. Creo que una parte importante de mis temas no han sido transitados por falta de valor o de interés por mujeres que están muy clavadas en la revisión de su erotismo, en su condición de mujeres emancipadas, cosas así. Me parece que ya es hora de transitar por otros lados.
Cartas. –Las mías son, de entrada, seguir escribiendo. Quisiera seguir construyendo mi voz, sí me siento en ese proceso que menciona Beatriz. Con la novela que publiqué apenas me sentí más encanchado, en el terreno de los textos largos. Quisiera encontrar esa voz y reconstruir mis personajes, alimentarlos muy bien, sus perfiles...
–¿Te sientes más cómodo en la novela?
Cartas. –Sí.
–Estás aprendiendo a escribir cuento, diría Monterroso.
Ambos. –Sí, sí (ríen).
–Tus relatos, Beatriz, me parecen de los pocos que se pueden leer sin tener presente todo el tiempo que fueron escritos por una mujer. Como Colette, como Elena Garro, no hay esa insistencia tan común en asegurarse de que el lector no pierda de vista que está leyendo a una mujer, que me parece tan absurdo como insistir en que el autor es ingeniero o judío.
Meyer. –Bueno, pero a fin de cuentas uno escribe desde una experiencia, desde un sistema orgánico que se manifiesta. La experiencia escritural de las mujeres todavía no se atreve con temas que es necesario ver desde nuestro punto de vista. La violencia... pienso que debemos incursionar por ahí y por otros temas que no están en nuestra experiencia, todavía muy limitada por el encierro, por una experiencia limitada. Quisiera hablar del narcotráfico, por ejemplo, de cómo las mujeres entran en el mun do del narcomenudeo.
–¿Sus referentes literarios?
Cartas. –Los que me vienen inmediatamente: José Agustín, toda la Onda, y luego David Foster Wallace, García Ponce, Fernando del Paso, José Asunción Silva. Creo que ésos han sido mis referentes inmediatos.
–Salvo quizás Foster Wallace, todos los demás me hacen ruido. Estás hablando de escritores que fueron grandes estilistas del lenguaje, cuya obra no parece cercana a lo que tú quieres escribir.
Cartas. –Pero sí en las historias, la intensidad de Pasto verde, o de Cuál es la onda, los tiempos en que están narrados. A lo mejor lo que yo escribo no es una joya del estilo, pero en las historias cuido mucho los tiempos de lo que estoy narrando. En alguna época incluso escribí con un metrónomo en frente. Y eso es lo que aprecio mucho de estos escritores, la velocidad y los tiempos con que narran.
Meyer. –Yo ante esa pregunta siempre me voy muy atrás. Creo que los que verdaderamente me marcaron fueron los autores de historias de aventuras, que es lo que en el fondo quiero hacer. En la adolescencia fue mi encuentro con Carpentier, Roa Bastos, Onetti, los exponentes menos sonados del Boom, y por supuesto Cortázar, Borges, los que me han acompañado permanentemente. Para mí el lenguaje sí es lo primordial, sin esa búsqueda yo no quiero nada. Después me encontré con Inés Arredondo, Amparo Dávila, Elena Garro, autoras cuyas intensidades emocionales me marcaron mucho.
–¿Autores mexicanos actuales que les parezcan prescindibles, innecesarios, callejones sin salida?
Meyer. –Fadanelli, por ejemplo; Leonardo da Jandra. Ricardo Chávez Castañeda me gustaba, pero se está volviendo pirotécnico, algo que a nadie le interesa.
Cartas. –Yo no sé qué tanto haga falta mucho de lo que se publica en Tierra Adentro, o en editoriales regionales, no por la calidad sino porque está interrumpido el contacto con el público. Ahí es donde creo que muchos se quedan en el camino.
–Pero eso es un problema de mercadotecnia, de las editoriales y sus alcances. ¿Autores prescindibles de por sí, por su propuesta literaria?
Cartas. –Bueno, por no dejar. Coincido sobre Fadanelli, me parece un bluff.
(Entrevista publicada en La Jornada el 29 de septiembre de 2008)

No hay comentarios: