27 septiembre 2008

Linda Lovelace: La oralidad total


Debido a mi capacidad de relajar por completo los músculos de la garganta, pronto me hice muy popular entre los hombres a los que les gustaba el sexo oral. Una y otra vez me encontraba con tipos que me decían: “Chavala, eso nunca me lo había hecho nadie”. Y, como es obvio, llamaban a un amigo para que probase también conmigo. Check estaba encantado con todo eso. Lo llamaba publicidad de boca en boca.

Linda Lovelace


I
Los personajes clave del mundo moderno, sin duda, llevan sobre si mismos la maldición de la tragicomedia; no hay de otra, parece que es nuestro único color. Y vaya que sí. Linda Bareman, mejor conocida como Linda Lovelace, decide hacer el viaje de Texas a Nueva York con la firme intención de convertirse en una teibolera común y corriente; sin embargo, como dice mi amigo Tirso Castañeda: “Uno es un Don nadie, sin un buen manager”; y Linda tuvo la mágnífica suerte, por no decir, bendición, de contar con uno, además de ser su novio, que se dio a la tarea de promoverla entre los conocedores. Imaginen a J.R. (único dato que se tiene del novio manager), platicando con Jerry Gerard:
― ¿Ya viste a esa nena?
― Ey, ¿y a esa quién la regentea?
― Aquí tu mero valedor
― Ya, ¿te cae?
― Y eso que no sabes cuál es su lado bueno
― Ya déjate de mamadas
― No carnal, para mamadas, las de esa mujer. Con decirte que &%$”!·$%&☺
Ahí comienza la carrera de Linda en la industria pornográfica. El propedéutico no fue nada fácil, ya saben, cuentan las malas lenguas que la pobre de Linda tuvo que darse un entre con uno que otro canino, y darse encerrones en hoteluchos de Nueva Jersey; pero bien valió la pena. Linda, ya estaba preparada para pasar a la historia.
En el año de 1972 inicia el rodaje de Garganta Profunda, durando tan solo un par de semanas. La historia merece platicarse. Una chica anorgásmica planea con su amiga una orgía para ver si así logra escuchar campanitas. El plan no resulta; así que decide ir con un terapeuta medio loco que sí da con el clavo. Resulta que la protagonista no puede alcanzar orgasmo alguno ya que carece de clítoris; bueno, en realidad no carece de ese elemento, sino que lo tiene en otro lugar, ya saben, jugarretas del destino, la garganta es en donde se fue a esconder. Están de acuerdo que vale un momento de tristeza, pero lo bueno es que tuvo a un excelente terapeuta que la ayudó, sabiamente, a salir de ese malestar. Omito la descripción porque, hasta eso, ya es un lugar común en nuestros días.
Si hoy nos lanzamos a la aventura de ver Garganta Profunda, no es por desilusionarnos, pero no pasará de que nos arranque una sonrisa de vez en cuando; sin embargo es el antecedente de lo intrépido y absurdo de la pornografía de nuestros días.
El orgasmo y el grito son expresiones de liberación; quizá el grito sea una consecuencia del orgasmo, pero ¿qué pasa si tenemos un personajes que tiene ocupada la boca a la hora del orgasmo?, bueno, sé que es un poco gráfico pero ni modo, es el tema, ahí es donde nos encontramos con una representación distinta, que yo le puedo llamar la implosión del grito, un grito que explota en el interior, y que hace que las campanas y los cohetes nucleares estallen en el pecho de Linda; cosa extraña, pero significativa.
Los mejores terapeutas del mundo coinciden en que el grito es una excelente terapia para liberar energía. Así nos encontramos con todo un catálogo de tipos de gritos liberales: aficionado panzón de futbol, grito de victoria, la explosión karateca; pero nada como los gritos rituales que se manifiestan en el campo del divertimento sexual; hay de todo, sin duda: yo mismo tuve que salir corriendo de la casa de una de mis amigas por la exorbitante calidad de la onda sonora de la garganta de mi amiga. Como se dice en los bajos mundos: la riqueza es matiz, y hablando de sexo, la cosa se pone buenísima.
II
Ensayemos. Siempre hay símbolos que nos persiguen durante toda nuestra vida. A unos los persigue animales, cruces, la derrota. Creo que para Linda es el equivalente a un grito, una descarga temporal de energía; su vida fue así, y esa fue la representación en la sociedad norteamericana.
El inicio de ese grito fueron los primeros seis meses de exhibición de la película, reuniendo 600 mil dólares; una buena cantidad si tomamos en cuenta que sólo se invirtieron 25, 000; y que a la felatriz principal sólo se le dieron 1, 200 dólares; aunque en entrevistas posteriores Linda declaró que de aquel trabajo ella no recibió ni un centavo; además de ser obligada. Los que ya vieron la película podrán hacer un juicio. En lo personal la vi actuar con singular alegría durante toda la película.
Sin embargo, Garganta Profunda no hubiera pasado a la historia sin la colaboración de su mejor promotor. Me refiero al presidente Richard Nixon, que de primera instancia se puso muy persignado y mochón. Desde su fortaleza lanzó una contracampaña para salvar a los norteamericanos de los malos pensamientos; sin embargo, de boca en boca se comenzó a pasar la recomendación de la película, tanto fue el éxito del empujoncito de Nixon que la película fue exhibida en Cannes, y por si fuera poco, defendida por muchos de los intelectuales del momento.
La película continuó su éxito, recaudando cantidades inéditas para la industria porno, mientras Linda Boreman comenzaba a caer. Su matrimonio con el director de Garganta Profunda Charles “Chuck” Traynor fracasa en 1973, pero además lo denuncia por haberla obligado a ejercer la prostitución y la pornografía. Pero las consecuencias apenas se hacían presentes: cáncer de mama causado por las inyecciones de silicón, y por si hiciera falta, contrae hepatitis debido a la transfusión.
El grito no dejó de representarse; sólo cambió de perspectiva. Después intentar la segunda parte de Garganta Profunda y otros films hasta de corte “decente”, Linda no tuvo de otra que lanzarse contra la pornografía y la explotación femenina. Comienza a militar en el feminismo radical, y se renta como conferencista para los oídos castos de las organizaciones católicas: Miren a esa mujer, ella es el ejemplo de la corrupción, pero está arrepentida. Espero que Linda no se haya creído todo ese borlote, digo, cualquiera está en su derecho de engañar para sobrevivir.

Quizá Linda no perdió el control de su automóvil, sino que decidió guardar silencio, cortar con todo. Pero el juego salió mal; después del accidente Linda queda tres semanas en estado de coma, suficiente tiempo para revivir las mejores escenas que protagonizó la felatriz. No consiguió el silencio; los gritos se multiplicaron a la tercera potencia. Las reediciones de sus libros volvieron a las mesas de novedades; y la idea de sacar otros milloncitos a las costillas de Linda. Así es esto.

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