04 julio 2008

Un recuerdo de Madrid


Bajo del autobús, respiro el cemento, la bochornosa sequedad del verano en meseta y entre ladrillos y mugre de la estación del sur me invade la nostalgia.
En esta ciudad se juntan las Españas. La gracia y gesticulación andaluza, la dureza y las directas de castilla, el orgullo de las autonomías con la prepotencia y pretensión capitalina. Se junta el libertario con el beato, la flexibilidad con la rigidez.
La entrepierna se muestra como el codo; su observación se goza, o pasa sin registro alguno. Aquí el tacto reina y la palabra sobra. El discutir es deporte predilecto y la afectividad, los mimos, las caricias entre amigos son idioma principal.
Vine enferma de soledad, y entre seres queridos me convierto en infanta, me agarro de sus mangas y me froto contra sus hombros como si fuera gato. Tras racha de frialdad me desquito de ella con esta flama de termómetro y de sangre humana. Quiero más cariño, más más más…
Me vuelvo a encontrar con el oso y el madroño; no la estatua, esta vez el oso es hombre y el fruto del madroño son las cañas, su bosque las terrazas. No quiero dormir sola, jamás quiero volver a dormir acompañada pero sola. Prefiero mi lecho vacío a lleno de cuerpo mal comprendido.
No me preguntéis de donde soy. Soy de donde puedo ser, donde se me deja ser y amar, y donde puedo ser amada.


Madrid, 05.00h, 29-06-08

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