Debajo de esas plumas y piel de guajolote, se esconden corazones no tan mitológicos, que van día con día liberando gritos a carcajadas, riéndose de la vida que a veces les toma de las solapas y con su máscara de luchador, les tira un upper cut.
Pero no hay dónde dejar ese destino, lo traen tatuado ya, toman café como locos, fuman como la peor locomotora, y no hay mejor cosa para comer que una buena torta de queso de puerco o las infalibles Cemitas del Carmen, pero sobre todo, disfrutan como unos niños la vida; que no es poca cosa, porque con una frase célebre se consuma su filosofía; con la puta vida se baila.
Con las espadas desenvainadas los tres mosqueteros le atraviesan a los sueños el helado filo de la realidad, aterrizan las burbujas de ensoñación y las convierten en sólidos tabiques, que uno a uno van formando la ciudad Ultracostumbrista, repleta de ángeles barrigones que con sus playeras estilo retro planean por encima de todos nosotros. Pero la cosa no termina, los Ultras escriben porque las letras han conformado su vida, no saben hacer otra cosa, la escritura ha hecho de ellos lo que son y con sus plumas bien afiladas, renglón a renglón siguen con paso sigiloso el rastro de la puta, los gritos de la arena Puebla o el ritmo tambaleante de la pordiosera.
Siempre me he preguntado, ¿Qué fue primero: sus personajes salidos de las calles o la necesidad de poner sobre la mesa ya no digamos personajes, sino personas, que son los verdaderos protagonistas de esta ciudad Ultracostumbrista?
Sus relatos, cuyos contenidos escabrosos no fatigan, más bien potencian, la sutileza, la fantasía y son testigos de la fuerza de las pasiones humanas.
Muchísima suerte Ultras en esta nueva verbena.
M.E.P.
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