15 julio 2010

Los 40 barcos atacan



Hace unos meses presentamos en Puebla una de las antologías de poesía más representativas del contexto literario en México, me refiero a 40 barcos de guerra, antología de poesía y sus editoriales, en donde están contenidos 42 criterios independientes y 169 poetas. El día de ayer la presentaron Enrique González Rojo, Raél Renán, Armando González Torres y Adriana Tafoya en la terraza del Gran Hotel de México.


Si el número nos sorprende, la estrategia es toda una joya. Les platico el porqué. Andrés Cardo y Adriana Tafoya, columnas vertebrales del grupo VersoDestierro convocaron a todos sus colegas poetas de todo el país a integrar una antología en donde cada grupo, cada revista, cada editorial, todos ellos independientes aportaran los capitales poéticos y económicos para poder existir al margen de las instituciones y de las editoriales, provocando un ruptura con las formas tradicionales de hacer antologías que operan a favor de la discriminación, desde el ojo de los que se sienten con la calidad crítica de escoger quién es el que posee el valor poético para aparecer en determinada selección. Los que no aparecen no existen, vivirán al margen de su generación. De ahí nace la ya casi natural conflicto entre los que sí aparecen contra los que no, diálogo que por lo menos ya se ha hecho tradicional en México. Ejemplos hay muchísimo, desde el ómnibus hasta las más recientes.

Pero lo que se hace realmente no es una antología, sino una selección de autores que bajo criterios de estética del amo antologador: y bueno, también uno que otro cuate se cuela. Y nacen los cánones, nacen las mafias, nacen las generaciones, nacen los grupos, la forma de repartirse las becas, nace el ninguneo, “la dirección que debe llevar la poesía en el país”. Y el método dio buenos resultados, magníficas muestras de nuestra poesía, sin embargo, los tiempos y las condiciones de la geografía poética cambian.

Es increíble la manera en cómo el ámbito poético y de producción ha girado y enriquecido la práctica poética. Con el nacimiento de lo autogestivo, de lo alternativo la poesía se ha convertido además de una actividad artística “la de más alta espiritualidad” en una forma de resistencia, en una actividad cotidiana que hace frente a las múltiples formas de poder.

La voz poética que vive en las marginalidades se redimensiona, adquiere un valor extraordinario que resuena en las mentes lúcidas de los lectores (también poetas). Resistir poéticamente, es una forma de vida llena de nobleza, de honestidad, de valentía civil, valores que prácticamente están en extinción.

La aparición de 40 barcos de guerra es un acontecimiento, su naturaleza es un parteaguas en la literatura mexicana, es una forma de reinventar la convivencia entre la hermandad de poetas. La imagen del amo antologador desaparece, desaparece el dedo inquisidor que señala y restringe. Con esta acción el poder omnipresente se diluye, se reparte entre todos los editores de cada uno de los barcos.

Me encanta la idea que muchos poetas se puedan unir en una guerra poética contra lo establecido, que recurran al viejo slogan punk: hazlo tú mismo, y que peleen por difundir su forma de ver el mundo, de pelear por un lector que es cómplice de la resistencia, lector que se arriesga a leer otros mundos, poéticas que jamás serán leídas en Letras libres. Son poéticas que no pueden ser plasmadas en el contexto de la corrupción, de la verdadera decadencia, de la solemnidad acartonada. 40 Barcos de guerra es el espacio de la vida poética.

Como lector, puedo señalar que con esta antología se reinventa la geografía poética de México, se convierte en LA OTRA voz poética del país, de aquellos que como bandera tienen el existir en la poesía.

Su lectura es un riesgo, debo de confesarlo, no es un libro de gozo sino de reto, no por las casi 600 páginas que la conforman, sino por la honestidad de cada uno de los poetas que plasman la dificultad y éxtasis de la vida en los márgenes, de su lucha diaria consciente o inconsciente contra las múltiples formas de poder.

40 barcos de guerra exige un lector con mucho valor. 40 barcos no es un libro para cobardes, son para aquellos que son capaces de hundirse en la oscuridad, en el humor más ácido, en la verdad poética, lectores que se arriesgan a sentir tanto como los poetas, como los editores, como Adriana y Andrés.

Y la flota va creciendo y acercándose lentamente como aquella nave de los locos que navegaban sin dirección, simplemente existiendo, mirando las realidades, convirtiendo su vida en poesía.

Felicidades a todos los tripulantes de los barcos.

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