15 junio 2009

Sandra Varela escribe sobre Los suplicantes de Ricardo Cartas


Supe de su existencia cuando aún no tenía nombre, la conocí finalmente bajo el título de Los Suplicantes; la primera novela de Ricardo Cartas atrapa desde la portada y conserva la atención del lector hasta el último golpe. Novela divertida, violenta, aguda e incisiva con una trama en la que las cosas no quedan muy claras, abriendo puertas y ventanas para conjeturas. Tiene sabor más agrio que ácido, con olor a traición y a la consecuente muerte retrata las costumbres de los mundos con jerarquías de vicios, intereses comprometedores y el magnífico poder nacido del miedo en los niveles inferiores del escalafón.
Los Suplicantes hace pensar en una Ciudad del Pecado, aunque las diferencias culturales mandan esta novela a un entorno con más sabor. Los tratos entre mafias quedan ocultos tras los telones de indiferencia de los habitantes de Perla, a pesar de la traza reticular que permitía observar el movimiento de la mayoría. La misma indiferencia les garantizaba su seguridad, hasta que las mafias empezaron a temblar en sus cimientos y una nueva ciudad debió ser planeada desde cero, independiente de la gastada Perla. En ese nuevo plan se centra la atención de los protagonistas -obligados a tener un comportamiento fuerte, desconfiado y sucio-, mas el real interés es la conservación del poder por el miedo de ser un subordinado y perder privilegios, mientras la historia corre entre traiciones, sangre y los mejores pares de piernas de una ciudad que pareciera tener vida propia. El relato alrededor del poder sirve de aglutinante para que las historias de los personajes se mezclen y la novela al fin parezca una.
Ricardo Cartas vuelve a darnos una muestra de la desfachatez que le caracteriza, de la misma manera que lo hizo en Tus Zapatillas Suenan a Sexo, aquel libro de cuentos picantes y divertidos. En Los Suplicantes podemos encontrar varios pasajes conocidos para admiradores, críticos y resignados a sus trabajos anteriores, no desanimen, aún hay sorpresas bajo las alas del ultracostumbrismo.
Con todo mi hígado espero que nunca llegue a convertirse en un Best Seller, pues eso mataría su esencia y la volvería una más, nos produciría una sensación parecida a la de leer Méjico, algo como una patada en los huevos -para aquellos que tengan-. El mérito más grande de Cartas es haber lidiado con un tema que fácilmente se vuelve un discurso político y hacer de él algo real y crudo pero efervescente que será atractivo para muchos lectores jóvenes, principalmente, gracias a la ligereza -casi irresponsabilidad- con la que suele escribir.

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