27 abril 2008

Wow, baby te leo, wow, wow

La semana pasada tuve la oportunidad de impartir un curso sobre la problemática de la lectura en México en el Instituto Jaime Torres Bodet. Agradezco la invitación y la aceptación de un curso que visto a ojo de pájaro puede resultar extraño y fuera de contexto: el atrevimiento lo aplaudo.
La verdad, me sentí como jugador de primera división, en buena cancha, a gusto, y con un pago, digamos, bueno. El curso estuvo frecuentado por jóvenes que tienen, entre otros planes, dedicarse a la enseñanza del español en el nivel básico. Debo reconocer que nunca había estado frente a un grupo con ese perfil, así que decidí hacer un buen encuadre para poder tener un espectro más amplio ante lo que me iba a enfrentar.
La historia comenzó cuando les advertí que este curso no iba a tener ninguna calificación institucional; en ese momento algunos de los muchachos se relajaron, y otros comenzaron a cruzar miradas para tratar de explicarse lo que estaba sucediendo en el aula. La situación se puso mucho más interesante, cuando les solicité que dejaran los discursos hechos, las respuestas adecuadas y políticamente correctas. La primera pregunta fue un buen gancho al hígado: ¿Por qué estás en la escuela? El 60% de los muchachos contestó que era una especie de situación natural, si uno estudia la primaria es para continuar con la secundaria, después la prepa, licenciatura y así hasta donde se pueda llegar. Otros, argumentaron que estudiaban para tener un mejor nivel de vida, y no faltó quien dijo que estaba en la escuela porque no quería estar en su casa: “de que me pongan a barrer, mejor me vengo a la escuela”. La segunda pregunta fue aún más interesante: ¿Por qué están estudiando para ser maestros? La respuesta fue increíble, el 80% respondió que lo hacían por un contexto familiar, es decir, porque estaban esperando que les heredaran alguna plaza.
Es claro que las condiciones no eran las ideales, pero hablando de educación en México ¿qué puede serlo? Además, el papel de un profesor moderno, no es el de lamentarse por las condiciones en las que se encuentra un muchacho, un grupo o una institución, sino ofrecer alternativas positivas. Después de todo, los grandes proyectos educativos, en su mayoría, siempre son por excepción y desde abajo. Los proyectos oficiales, casi siempre, son poco ágiles y descontextualizados.
Una de las estrategias que llevé al curso, fue el constante cuestionamiento del por qué ellos, al igual que la mayoría del país, no eran lectores. El viejo cuento de que la razón es nuestra flojera, o que toda la culpa de es de la televisión, afortunadamente, fue desechado. Los muchachos entraron en un profundo análisis sobre todos los protagonistas que participan alrededor del circuito del libro, entendieron el papel del escritor, editor, así como de las macabras distribuidoras, las librerías, las bibliotecas, los profesores de literatura; sobre todo, el papel del poder en esta “noble” actividad.
Lo increíble de las mentes jóvenes, es su capacidad de entusiasmo. Si en la primera clase habían confesado una terrible realidad acerca de su vocación y sus alcances profesionales, al término del curso querían compartir recortes de artículos que hablaban sobre el papel del educador en voz de Octavio Paz, se ponían a leer en conjunto, a reírse de las majaderías de José Agustín, o de las parodias de Luis María Pescetti; es decir, comenzaron a socializar alrededor de sus lecturas. El acto de placer, ahora me convenzo más, debe ser el primer paso para hacer un buen lector. Llegando a cumplir ese objetivo, cualquier profesor de literatura puede sentirse satisfecho. Pero para cumplir ese objetivo necesitamos que ese profesor tenga el suficiente arsenal de lecturas ideales para el tipo de alumnos que tenga. Ese es el verdadero reto para los que andamos en este negocio. Y subrayo la palabra ideal porque no dudo que muchos de los que impartimos clases de literatura tengamos un amplio bagaje de lecturas en nuestra historia, pero esas lecturas, guiadas, desde luego, por nuestros gustos y valores, ¿responderán a los de una generación como la de nuestros alumnos? Ahí es donde entran las espinas. Si algún docente siente una gran pasión por la Odisea, por Góngora, por la Celestina, me quito el sombrero, pero ¿se imaginan este tipo de textos en las manos de una adolescente que gusta de menear las caderas al ritmo de reguetón, o de un Emo? Posiblemente pongan cara de estar muy interesados, pero un día antes de que se cumpla la fecha para la entrega del reporte, el muchacho prenderá su computadora, y al mismo tiempo que esté bajando unas canciones para su celular o su ipod, entrará al rincón del vago para resolver su problema ¡Y sacará diez!
Los temas literarios son importantísimos para lograr hacer lectores, la labor de los profesores, de aquellos que sientan esa responsabilidad, es darse un clavado en el mundo de las nuevas generaciones; si no entendemos la importancia que tienen objetos como el celular, el ipod, las redes de información; su música, su ideal de belleza, sus bromas; y si no estamos atentos a la producción literaria tanto en libros como en los medios alternativos, probablemente fracasemos como animadores de lectura.

Pd. 1 Lo peor de todo es que nos recordarán, como nosotros recordamos a muchos de nuestros profes.

Pd. 2 ¿Cuándo nos vamos a Veracruz?

2 comentarios:

O N G dijo...

el buen joven cartas jajaja que irrespetuoso me oí, que buen reportaje digno de un pulitzer; solo quiero dar las gracias por el curso y espero no se le olviden las revistas prometidas de no ser asi acuerdese de la maldición que puede caer sobre usted.

Esto que estás leyendo ya no soy yo. dijo...

ahhh que cartas las del Cartas, usté siempre tan animador, así hasta me dan ganas de intentarlo otra vez jojojojo

Saludosss