13 febrero 2008

Bye, Bye mi querido Sergio


Sergio Lira me salvó la vida en el invierno de 1999. Recibí su llamada después de las 11 de la noche, como siempre acostumbraba, para invitarme al Congreso Internacional de la Universidad del Estado de México. No puse resistencia a pesar de que estaba por irme el fin de semana a Zipol con mis mejores amigos; ya saben, de esos viajes que te pasas la vida planeando, pero que pocas veces puedes cumplir. Cuando les avisé a mis amigos que cancelaba mi ida a la playa por el "magnífico" congreso, Domingo me contestó: "Cuidado Cartas, que las bancas universitarias producen almorranas". Édgar, el otro, ni siquiera hizo ningún comentario. Al regresar del congreso, después de una semana, me enteré que mis amigos playeros habían fallecido. Ahí fue cuando mi vida cambió; de pensar que yo estaba incluido en la lista para morir ese fin de semana; y que por culpa de Sergio me había salvado, fue suficiente.

Después vino los inumerables cafés en donde corrigió meticulosamente mi tesis de licenciatura: ¡casi un año! Pero bueno, en verdad eso fue un honor. Sergio nunca vio con buenos ojos la distracción, no permitía que sus amigos y colegas se dedicaran a otra cosa; creo que eso fue nuestra gran ruptura. Cuando comencé a trabajar en la Universidad Sergio trató de conseguirme becas para irme a Estados Unidos; la verdad nunca creí que fuera verdad; la distancia comenzaba a hacer de las suyas.

Sergio comenzó a enfermarse. Ya no recuerdo bien si fue su hijo o él, quien me platicó que tenía una infección en el corazón; aunque Sergio ante los demás decía que era una simple gripa, tos, que curiosamente le duró años.

No quisiera ventilar las razones por las cuales no pude acercarme a los últimos días de Sergio. Los que son mis amigos, y que conservan un poco de cordura ya saben la historia, que por ser tan vil no escribiré. Nadie, aunque sea la sangre, puede separar a los amigos. La prueba es que pude, hace un par de meses, compartir unos días con Sergio en la Ciudad de Guanajuato; Sergio me pidió disculpas por las acciones de su parentelita al prohibirme la entrada al hospital cuando lo operaron a corazón abierto; es normal, los insectos siempre actúan de la misma manera.

Cuando vi a Sergio en Guanajuato supe que era la última vez que estaría con él; frente al café Valadés, mientras esperábamos la llegada de alguna Vaca Sagrada al Teatro Juárez el recía el sol, y yo me comía una paleta de sandía; sin hablar nos decíamos todo, vaya que si fue todo.

El día viernes un correo electrónico me avisaba de su muerte; un día terrible, como si Sergio me estuviera avisando algo con su muerte. Desde luego que no fui a los funerales, no podía arriesgar ´la despedida de Sergio y el protagonismo de los insectos. Decidí irme con mis amigos al bar de siempre para distraerme, quizá para hablar un poco de él, hacer bromas sobre la muerte, recordar sus fietas cuando acabamos con todas sus botellas, los viajes. Todo Sergio es un buen recuerdo.

Ha pasado el tiempo, y los amigos desaparecen; aparecen en forma de fantasmas. Yo por lo mientras querido Sergio te deseo buen viaje, pregúntale a Borges qué fue lo último que pensó cuando estaba muriendo, quizá ahí esté el secreto de toda esta jodida broma.


2 comentarios:

Esto que estás leyendo ya no soy yo. dijo...

Por alguna casualidad de la vida leí este post con "across the universe" de fondo...

LSz. dijo...

Sí, qué puedo decir. digamos que en ese nombrar Guanajuato, por ejemplo, suele traer inevitablemente a colación a SL. Conmovedor el post. Saludos desde Cuévano, que también recuerda, ahora triste, a Lira.